sexta-feira, 27 de abril de 2012

Un ateo de catecismo

Eis aqui um extrato de Confesiones de un ateo, belo texto de Roberto Castillo Sandoval, publicado no seu Noticias secretas - Crónicas y comentarios desde la Región y Archipiélago de las Antípodas, interessante blog chileno de política e cultura.


Soy un ateo de catecismo, de los que van derechito al infierno.

Una amiga monja que sabía mi secreto siempre andaba tratando de curarme de mi ateísmo. Una tarde me preguntó si alguna vez yo había creído en Dios. Me acordé entonces de mi Primera Comunión, a los ocho años. Gracias a mis lecturas, yo estaba como el trapito del cóctel molotov, listo para el fósforo divino. Tenía la cabeza empapada de leseras fantásticas sacadas de las novelas de Emilio Salgari y de Julio Verne. En el catecismo de preparación para la Eucaristía, había descubierto que algunos de los cuentos de la Biblia le hacían el peso a las aventuras del Tigre de la Malasia o el Capitán Nemo. Había excelentes mini-series de cautiverios, travesías por el desierto, arbustos-llamaradas con voz de trueno, ciudades incendiadas, inundaciones y océanos que se dividen, venganzas cabronas, amores clandestinos y harta sangre. Las Sagradas Escrituras me agarraron por el lado sensacionalista: “Mujer mirona se convierte en estatua de sal”, “Lluvia de sapos en Egipto”, “OVNI en la carretera de Damasco causa volcamiento”, “Nueva desgracia de Job”.

Y así, en medio de mi Primera Comunión, se alineó el sol de tal manera con el planeta Tierra, que un rayo fulgurante pasó por el ojo de ámbar de un vitral de la parroquia de San Miguel y fue a dar directamente sobre mi cabeza engominada. El golpe de electricidad divina casi me chamuscó la cintita blanca con letras doradas que me habían amarrado al brazo. Yo pasaba por un momento de angustia, debido a que tenía la hostia adherida al paladar y no lograba despegarla con la lengua. Tocar la hostia con los dedos era pecado mortal, aparte de poco digno. Cuando una arcada satánica estaba a punto de derrotar mi incipiente santidad, el impacto del rayo de sol soltó la oblea sacra. Lo que sentí al tragarla sólo lo puedo comparar con ese calorcito que se extiende esófago abajo después de un sorbo de ron macizo.


Para arejar o momento, leia o artigo completo.

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